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El Guerrero antes de la batalla.


En otras épocas sentía el temor, me estremecían los prolegómenos de mis batallas, pero ahora después de un sinfín de derrotas ya no siento tales escalofríos, no percibo el aire magro de saberse prontamente enfrentado con la muerte, con la destrucción.

Es consecuencia por supuesto del cúmulo de fracasos que pesan en mi ser, que mantienen oculto mi horizonte y encapotan mi cielo con nimbos lóbregos, presagios de terribles tempestades, de lágrimas que caerán al suelo con furia, que retumbarán por doquier como celebrando pomposamente el triunfo de la inutilidad, de la ineptitud, de la impotencia.

Oscuridad en la que pulula la desidia, pequeño orbe que se deshace en silencio, incapaz de luchar ante lo adverso, ante su destino. Ahora pongo a punto mis armas, mañana, cuando sobre mí caiga el fragor de la guerra, la sed de sangre, las blandiré una vez más; las ungiré con la savia de mi enemigo así como aquél hará después festín de mis despojos, dejándolos a la vista del orbe, para que viendo lo que fue de mi las gentes llenen sus pupilas de escarnio y terror.

Disfrutó de lo que con toda seguridad será mi último día, lo amo con toda intensidad. Me caliento bajo un sol mancebo pero indestructible, señor dador de vida, padre de cada árbol, hierba, insecto y animal de la tierra. Todos aquellos regalos que se me antoja en una fantasía real y una realidad fantástica. Mis manos se untan con las salsas de mil manjares, mi boca se llena de sabores, mis dientes desgarran aquella fibra animal exótica y exquisita asada al fuego de las brasas. Como, bebo y me embriago hasta la saciedad, mi mente se aleja de mí mismo pero no se aleja de mis negros designios, de mi destino.

Mañana entraré al tártaro, a los campos Elíseos de los mártires, de los paladines incansables inmolaron sus cuerpos. Allá me reuniré con mis camaradas al igual que con mis rivales, para seguir en la eterna competencia por la superioridad, sin morir nunca, sin que cansancio alguno detenga el ataque feroz. Allí mis miedos se disiparán, mis fracasos y mis tropiezos habrán terminado y serán sólo una anécdota magra en una eternidad sin pasado y sin porvenir.

Octubre 24 de 2012.

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